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Rockdrigo: La leyenda olvidada en un homenaje vacío

Erik Saldaña 2 semanas ago
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Una placa en forma de guitarra, un escenario pequeño, treinta personas fieles y un silencio incómodo que se escuchaba más fuerte que cualquier guitarra. Rodrigo González, “el profeta del nopal”, 40 años después, homenajeado como si fuera un ensayo mal montado.

El evento en la Velaria del Recinto Ferial (dónde cada año,este espacio es destinado a la zona ganadera) fue más triste que un MTV Unplugged de banda que ya no llena ni un bar. Una placa, un escenario raquítico y las mismas caras de siempre. ¿Dónde estaban los nuevos? Me pregunté. Esos que viven pegados al TikTok, los que se tatúan frases de canciones sin saber de dónde vienen. Nadie llegó. Ni por curiosidad. Ni por morbo. Nada.

Hace años, el mismo homenaje realizado por el ITCA se sentía distinto. Ese concierto se le dio difusión por todos lados y una gran producción que hasta el primer cuadro de Tampico cerraron todo un día para el magno evento. Sonaba a algo grande, a algo digno de un músico que sí cruzó fronteras, aunque fueran las del DF a Tamaulipas. Ahora, el homenaje parece after de bar cerrado. —Nada en contra de las bandas— qué bueno que se aprendieron dos o tres rolas de Rockdrigo, ojalá siempre las incluyan en sus setlist.

Y aquí está el detalle: la música tropical y los bailes masivos tienen todo el marketing, toda la promo, toda la maquinaria de “evento oficial”, son anunciados con bombos y tarolas en las redes sociales y en la agenda cultural de cada mes y son realizados en pleno centro de la ciudad o en la explanada de la Laguna del Carpintero. A Rodrigo se le trató como banda telonera de feria. Lo mínimo que merecía era un cartel llamativo, difusión seria, no un flyer con tipografía sacada de PowerPoint 2007. Porque si quieres que las nuevas generaciones lo conozcan, tienes que hablarles en su idioma: memes, reels, playlists curadas en Spotify. Nadie va a llegar solo porque sí.

Si bien, Rockdrigo era urbano, de la raza y para la raza, y el homenaje es lo de menos, entonces por qué hoy hasta en el Museo de la Ciudad lo tienen como el gran rockstar de Tamaulipas. Hay algo irónico ahí: el tipo que cantaba sobre la ciudad y sus rutinas miserables, convertido ahora en pieza de vitrina, institucionalizado, como si fuera arte caro.

También hay algo torcido en que Pepito el Terrestre, un personaje local que terminó con estatua, tenga más reconocimiento que Rodrigo González, quien dejó canciones que todavía te pueden volar la cabeza si las escuchas con audífonos a medianoche. No es hate a Pepito, pero si vamos a repartir monumentos, la cultura pop merece más que la nostalgia del barrio.

El problema es más profundo: en este país la memoria cultural se gestiona como trámite de oficina. Archivos mal guardados, placas mal redactadas, difusiones improvisadas. Y luego nos preguntamos por qué los chavitos prefieren pagar un boleto para ver a Peso Pluma en streaming que ir a un evento local. Simple: el hype se construye, no se improvisa.

A Rodrigo lo están convirtiendo en santo de culto privado, un fantasma para los mismos de siempre. Y eso, perdón, es matarlo otra vez. Un músico se mantiene vivo cuando suena, cuando se comparte, cuando inspira. No cuando se arrumba en homenajes tibios.

La escena cultural del sur de Tamaulipas necesita dejar de aplaudirse a sí misma y empezar a entender que sin públicos nuevos, no hay futuro. Que un homenaje sin audiencia es como un concierto sin feedback: ruido perdido.

Rodrigo no merece ser “el recuerdo incómodo” que se saca cada septiembre. Merece ser parte de las playlist, merece ser más mainstream (aunque suene herejía). Porque las leyendas no viven de placas, viven de repetirse, de hacerse tendencia aunque sea por accidente.

Y cada vez que alguien suelta la frase “esto es algo más cultural”, lo que en realidad dice es: no quisimos invertir, no quisimos arriesgar, no quisimos incomodar al público adulto. Así de simple. Y eso convierte la cultura en un evento privado para unos cuantos, en vez de un acto vivo que se comparte.

Si no entendemos eso, seguiremos haciendo homenajes como este: silenciosos, desangelados, olvidables. Y Rodrigo González seguirá muerto. Esta vez de indiferencia.

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Este texto es una columna editorial: un ejercicio de opinión y análisis basado en información pública. No representa la postura de ninguna empresa o medio con el que colaboro y no constituye acusaciones personales.

El derecho a la libertad de expresión está protegido en el artículo 6 y 7 de la Constitución Mexicana, así como en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

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Periodista digital y creador de contenidos. Fundador de Saldaña News y colaborador en MILENIO Tamaulipas de Grupo Multimedios.

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